HISTORIAS DE INREACH: Edema en alta montaña

Brian Bone lleva ocho años utilizando Garmin inReach. Hoy nos cuenta cómo llegó a tener nuestro comunicador por satélite en el bolsillo en todo momento y el día en que se hizo imprescindible llevarlo consigo.

La primera vez que pensé seriamente en comprar mi primer dispositivo de comunicación por satélite inReach¹ fue tras una mala experiencia que tuve en la montaña, durante un viaje de esquí de fondo con amigos, cuando me sorprendió una tormenta de nieve y me encontré sin poder comunicarme por falta de cobertura telefónica.

Como suele ocurrir, las condiciones meteorológicas cambiaron bruscamente en el espacio de unas pocas horas, pasando de un hermoso día soleado a una situación de muy escasa visibilidad debido a las precipitaciones: precisamente por la imposibilidad de orientarse correctamente, me encontré en un pantano cubierto de nieve, con el agua helada hasta el pecho.

Totalmente empapados pero, afortunadamente, sin problemas físicos, por fin conseguimos volver a los coches, bastante después de la puesta de sol y con más de cuatro horas de retraso.

Al llevar varias horas sin saber de nosotros, a nuestros seres queridos que nos esperaban en casa les pareció una eternidad. Cuando la mujer de mi amigo se puso en contacto con nosotros por teléfono, nos dijo que ya se había puesto en contacto con el número de emergencias para informar de que no habíamos regresado y que los equipos de rescate estaban a punto de salir para buscar en la zona.  

Si aquel día hubiéramos tenido un comunicador por satélite inReach, podríamos haber comunicado a nuestras familias que estábamos bien y que sólo habíamos tenido un contratiempo. Afortunadamente, pudimos llegar al aparcamiento en una zona donde había cobertura telefónica regular y nos pusimos en contacto justo a tiempo para evitar que el helicóptero vendrá a buscarnos.

Compramos el inReach unas semanas después. Y fue una elección que resultó crucial.

Una vida en la naturaleza

Trabajé como voluntario para una organización nacional sin ánimo de lucro dedicada a la conservación de espacios naturales, en cooperación con organismos gubernamentales estadounidenses. En este puesto, que implica cooperar con un equipo en zonas boscosas y alejadas de núcleos de población, hice un curso para obtener la certificación Wilderness First Aid de primeros auxilios en contextos particulares.

Hace unos años, durante la temporada de verano, fui líder voluntario en un viaje de una semana al Never Summer Wilderness, cerca de la zona de las Montañas Rocosas, en Colorado. Nuestra misión consistía en explorar la zona para asegurarnos de que los campamentos estaban bien cerrados y despejar los alrededores de un lago alpino de gran altitud (unos 3.000 metros sobre el nivel del mar).

De 0 a 3.000 metros en un día

Uno de mis compañeros de trabajo, un joven de poco más de veinte años, con un físico atlético y varios años de deporte de competición a sus espaldas, nos alcanzó en las alturas, partiendo tan sólo el día anterior de una zona a 0 altitud. Nuestro punto de encuentro estaba a unos 2.500 metros de altitud.

El chico no durmió bien durante la noche, pero a la mañana siguiente parecía físicamente preparado para nuestra caminata de 8 kilómetros hasta el campamento y el lugar de trabajo. La caminata nos llevó desde unos 3.100 metros hasta los 3.657 antes de descender al lago a una altitud de 3.352.

Mi compañero de trabajo más cercano y yo vigilamos constantemente el estado de los miembros del equipo antes, durante y después de la caminata: todos los voluntarios, aunque cansados, parecían estar en buena forma. La mayoría de los miembros del equipo eran novatos, pero todos habían pasado algún tiempo haciendo senderismo en altitud.

El lunes, durante nuestra primera actividad, nos pusimos manos a la obra para cavar y talar árboles muertos, plantar tocones y montar el campamento. El chico se esforzaba mucho. Le aconsejé que bajara el ritmo, se lo tomara con calma y se hidratara bien para evitar enfermedades. Siguió nuestros consejos, pero aun así trabajó muy duro, quizá más de lo que debería. Ese día nos detuvimos temprano y todos se retiraron a sus tiendas para descansar un par de horas antes de la cena.

Durante la cena estuvo tranquilo, pero comió rápidamente y luego se quedó con nosotros para charlar. Hacia las siete de la tarde se alejó y, poco después, uno de los voluntarios informó de que lo había visto volviéndose a poner la cena y quejándose de dolor de cabeza. Cuando aún quedaba una hora de luz, tomamos la decisión de dejarlo descansar y vigilarlo durante la noche, haciéndole beber sales.

Utilizando mi comunicador por satélite inReach, envié un mensaje al coordinador de voluntarios de nuestra organización sin ánimo de lucro para informarle de la situación: decidiríamos durante la noche si le acompañábamos a la mañana siguiente a una zona segura, por una ruta más larga pero cuesta abajo, dependiendo de su estado.

A las 21.00 horas, sin embargo, la situación empeoró rápidamente, con tos seca e incapacidad para tumbarse: los signos clásicos de un edema pulmonar de gran altitud. A las 22.00 horas, había desarrollado un extraño ruido torácico debido a la dificultad respiratoria. Ya no estábamos en condiciones de acompañarle a un punto donde pudieran examinarle.

Envío del SOS con InReach

Envié un mensaje a mi coordinador para comunicarle que estaba a punto de activar una solicitud de SOS desde mi inReach. El centro de respuesta de Garmin respondió inmediatamente y se puso en contacto con los equipos de rescate locales, que en un principio habían supuesto una evacuación por tierra, pero esto habría llevado más tiempo. Gracias a la mensajería bidireccional, les informamos del estado físico del chico y entonces se tomó la decisión de trasladarlo por aire en helicóptero, que llegó a las pocas horas.

Nos quedamos con él durante la noche, turnándonos para vigilar su estado. Su pulso era débil, rápido e irregular; su respiración, ligera y dificultosa.

Cuando llegó el helicóptero, hacia las 7.15 de la mañana, aterrizó sin problemas en un pequeño claro dentro del campamento donde estábamos acampados. Lo pusieron en una camilla, le midieron la tensión y su saturación era increíblemente baja, del 54% (el valor normal está entre el I 95 y el I 100%): se le aplicó inmediatamente oxígeno para mejorar su respiración.

Aunque sentía dolor, levantó el pulgar durante el ascenso y, según los informes, bajó del helicóptero con los pies cuando llegó a urgencias: pasó casi una semana en el hospital antes de recibir el alta, ya que se había acumulado mucho líquido en ambos pulmones.

La rápida aparición del HAPE (High Altitude Pulmonary Edema) que experimentó este joven es bastante rara a esta altitud relativamente baja. En otro incidente en el que había participado en un rescate similar -en aquella ocasión sin un inReach- el equipo de rescate de montaña me había dicho que la aparición del HAPE 72 horas después de la llegada a la altitud era más común y que, normalmente, después de 36/48 horas, los síntomas agudos del mal de montaña (como el dolor de cabeza y las náuseas) desaparecen.

Este tiempo prolongado suele incitar al afectado a seguir adelante, con la esperanza de sentirse mejor pero dificultando su recuperación. Precisamente por eso, en el caso del chico, era crucial conocer de inmediato la causa de su malestar para acudir de inmediato en su ayuda.

Por suerte, ese día llevaba mi dispositivo inReach en el bolsillo. Ahora ya no salgo sin llevármelo conmigo.

1 Se requiere suscripción por satélite. Algunas jurisdicciones prohíben o restringen el uso de dispositivos de comunicación por satélite. Es su responsabilidad conocer e informarse de las leyes y normativas de las jurisdicciones en las que pretenda operar.